Los jóvenes tienen un celo único por la justicia, la fe y el amor del Evangelio, anhelando la verdad y el propósito, desafiando convención y el status quo, e inspirando innovación y acción . Inyectan una energía contagiosa en sus comunidades sociales y eclesiales y encienden los corazones. La Iglesia no puede ignorar a los jóvenes y jóvenes porque son testigos activos del amor de Jesucristo en el mundo de hoy. Como dice el Papa Francisco nos dice: "El corazón de cada joven debe ser considerado, pues, 'tierra sagrada', portadora de semillas de vida divina, ante la cual debemos 'quitarnos los zapatos, para acercarnos y profundizar en el Misterio'". (Christus Vivit 67)